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Por favor… ¡no lo despertemos!

Hace apenas un mes, y por razones de trabajo, me tocó recorrer la mitad del estado de Veracruz y me sorprendió la tasa de desempleo manifiesta en cada uno de los grupos de enfoque que realicé en el norte y centro de la entidad: desde Tuxpan hasta Martínez de la Torre, pasando por la capital Xalapa. Entre 3 y 4 participantes de cada uno de los grupos que estaban compuestos por 8 personas se declaraban abiertamente como desempleados: cifra verdaderamente alarmante aún en una muestra cualitativa que de validez y representatividad estadística no tiene nada, ¡lo sé!

El dato se vuelve más relevante si comparto a los lectores de este espacio que hace algunos años, cuando por casualidad me tocaba que a mis grupos asistiera una persona desempleada, ésta difícilmente lo reconocía frente a los demás, había una especie de pudor o vergüenza de presentase así ante los demás (como si dicha condición no dependiera de factores macro económicos, aunque así fuera, sino únicamente de una incapacidad personal para conservar el empleo o de la falta de talento para obtenerlo). 

En esta ocasión en Veracruz mi sentir fue totalmente diferente, cada uno de los 3 o 4 integrantes de mis grupos en condición de desempleo necesitaban decirlo, necesitaban desahogarse y manifestar ante el grupo su desesperación, tristeza e impotencia. Les resultaba necesario hacer catarsis y ante cada mención de su situación ir liberando cierta presión y cierto coraje. Ya no sólo era inútil preservar el anonimato de una “incómoda” posición de desempleado, sino muy por el contrario, se volvía indispensable alzar la voz, imponer una queja social y dejar constancia de la rabia que se suele experimentar frente a la falta de condiciones para la generación de empleos y de salidas viables para las familias. 

También me resultó preocupante, durante ese viaje, la cifra de niños que dejan de asistir parcial o totalmente a clases para apoyar a los padres en ciertas labores agrícolas (desde la pizca, el desvare, la fumigación y la cosecha, hasta el barbecho y la preparación de la tierra para el siguiente ciclo), así me lo manifestaban las propias madres o jefes de familia con un racional muy claro e inobjetable: para ellos resultaba mejor meterle una pellizcadita al tiempo y a la energía de los hijos, que dejarle un gran boquete a la economía familiar por contratar a un jornalero de tiempo completo para apoyarles en sus labores agrícolas 

El diario de Poza Rica, en su edición del 5 de junio del 2014 daba cuenta incluso de que muchos estudiantes de escuelas privadas han decidido suspender totalmente su matrícula escolar para aligerar la carga económica a sus padres.  El trabajo infantil se contextualiza principalmente en las zonas rurales.  En México, del total de niños ocupados laboralmente, el 69.9% vive en dichas zonas mientras que los  3 de cada 10 niños mexicanos restantes habita en las ciudades

Y aunque durante los últimos tres años la población infantil ocupada laboralmente logró disminuir en casi 6 mil menores, todavía más de 3 millones de niñas y niños mexicanos realizan alguna actividad económica, lo que representa una tasa de ocupación de 10.5 por cada 100 niños, reveló el INEGI.  También revelador resulta el dato de que aproximadamente el 47% de dichos niños no recibe retribución económica aun cuando casi el 30% tiene jornadas de 35 y más horas a la semana.  Pero, como ya habíamos señalado, si recibieran una paga se estaría haciendo ese gran boquete a la economía familiar: El 40.9% de la población infantil ocupada declaró hacerlo por necesidades en sus hogares o para contribuir en el gasto de la casa

Sumadas estas dos realidades  que crecen exponencialmente en todo nuestro país (altas tasas de desempleo y deserción escolar por población infantil ocupada en faenas laborales), junto con una sensación de desesperanza, de falta de rumbo y de cancelación de un futuro prometedor, fueron los fantasmas que me acompañaron por las calles de Tuxpan cuando caminaba y reflexionaba acerca de esta triste realidad que atravesamos como mexicanos.

Caminé y caminé absorto en mis propios pensamientos hasta que fue anocheciendo y tuve que voltear hacia arriba en busca de referentes para ubicarme respecto a en qué calle estaba y qué dirección me convendría tomar. Mientras caminaba y pensaba una serie de sucesos se fueron apareciendo velozmente en mi cabeza y supe que un mensaje se estaba gestando:

  1. Primero, se dibujaban en mi mente los rostros de los participantes que con tristeza e impotencia reconocían pública y enfáticamente su condición de desempleados
  2. Después, recordaba las frases de los padres de familia que demandaban tiempo y esfuerzo de sus hijos en la parcela, pese a que ese hecho les obligara a ausentarse del aula de clases
  3. En seguida, leía un encabezado del periódico que mencionaba el incremento en las cifras de inseguridad y al lado la nota del Diario de Poza Rica con los datos de la ocupación laboral infantil
  4. También recordé la letra de una canción del poeta y canta autor uruguayo Alfredo Zitarrosa que  decía algo así como “Crece desde el pie la semana crece desde el pie, no hay revoluciones tempranas crecen desde el pie”
  5. Y finalmente, mientras caminaba apareció el letrero de la calle en la que me encontraba, la Av. Jesús Reyes Heroles. 

 Ese último hecho me llevó a recordar una frase célebre de este político, jurista e historiador mexicano que fue pronunciada hace más de 35 años  y que se liga perfectamente con todos los argumentos anteriores y con la letra de la canción de Zitarrosa.  En resumidas cuentas, la frase de Reyes Heroles decía “No despertemos al México Bronco”, y con mayor precisión: “Pensemos precavida y precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro, únicamente duerme. No lo despertemos pues todos seríamos derrotados.”

Y es cierto, frente a un colectivo bronco, violento, bárbaro y con hambre no hay posibilidad de dialogar, de negociar y de generar acuerdos.  Es preciso que todos como sociedad encontremos a tiempo (y creo que aún lo estamos, pero en el límite), las salidas hacia una sociedad más justa, más equitativa, menos monopólica, más ciudadanizada y educada y mejor alimentada. ¡Por favor, hagamos conciencia y no dejemos que ese México se despierte de su aletargamiento!

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